La falacia del árbol eterno / La fugacidad de lo ordinario

QUE SIEMPRE LO VEAS, NO IMPLICA QUE SIEMPRE ESTARÁ...

Apreciamos lo que ya no tenemos y anhelamos lo que no hemos tenido, olvidando de valorar aquellas personas y cosas que están presentes, acostumbrados a la inercia de su presencia, creyéndoles atemporales.

Vivimos recordándo el YO del ayer, las amistades, las fiestas, los atributos personales, las condiciones de salud, las habilidades físicas y las pertenencias que ya no están, aferrandonos a el YO ERA y el YO TENÍA, endeudandonos cada vez mas con el YO Presente, el yo de ahora.

El tiempo es el señalizador de la vida, donde toda flor nace y marchita.

El sembrador que lanza su semilla sobre la tierra mirando hacia atrás no ve en que tierra está sembrando, tiende a tropezar y caer, tocando su rostro el suelo de la tierra presente que puede no ser la deseada. Del mismo modo se desorienta el sembrador que pensando en los días por venir flota en sus pensamientos y despega los pies de la tierra, olvidando sembrar.

¿Que valor tiene el árbol que siempre nos da sombra? Por costumbre lo sabremos cuando ya no esté, cuando el tiempo haga su trabajo.

Si tuviésemos un lingote de oro en nuestras casas, nuestro corazón estaría allí presente, lo observariamos a diario para asegurarnos que este en su lugar, cuidariamos de él para que no pierda su brillo y nos jactariamos a viva voz de poseerlo, haciendo alarde de su presencia.

Detente en este momento e invierte en tu presente. Pregúntate dónde está el valor de lo ordinario y lo común que siempre te acompaña, porque hay certeza que el tiempo hará su trabajo y en algún momento no estará.

Cuestiónate acerca del valor de lo que haces en tu vida común y realiza un balance si eso está sumando a tu YO de Ahora, conforme al ser que eres.

Repasa con detenimiento: ¿Quien soy? ¿Quienes están? y ¿Que tengo?, para ordenar su posicionamiento en tu vida de hoy y dale valor a lo cierto, porque la vida ha florecido para ti. Asignale valor y reconocimiento, quizás sea un día más o un día menos, pero el hoy lo atesoro.

Abrace los árboles que le dan sombra, bendiga la lluvia que humedece su campo, agradezca por el techo que lo resguarda, tenga fe en que sus semillas brotarán y darán fruto suficiente...pero hágalo hoy, antes que el tiempo ordinariamente haga su trabajo.

El don del agradecimiento atesora la semilla de la felicidad.

Sandino Velázquez 



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