¿CUÁNTO VALE ESE TERRENO? /Autoestima
El valor es subjetivo, no todo se cuantifica y lo que sí, no sigue los mismos parámetros para determinar su cuantía. Lo material y lo inmaterial no caben en un mismo saco, así como las personas y las cosas no están en una misma clasificación.
El tomate se vende por kilos, los cocos por unidad. El oro se calcula en gramos, la chatarra por toneladas. El amor no tiene medida, el odio pesa mucho. Una idea buena vale mucho y una idea mala puede costar demasiado.
El todo y la nada, juntos o separados, se pueden valorar, pero no estimar en cuantía, hay quien siempre valora todo por lo que es. No puede venderse ni comprarse un saco de ideas, si quien lo necesita ignora su potencial, pues, jamás dará valor al oro quien no se molesta a reconocer su esencia como el más precioso de los minerales, y solo puede verle como una piedra más de las que se meten en el zapato. Así como, nunca dará una moneda a quien le cae un coco en la cabeza sino ve que este tiene más propiedades de lo que un político tiene de vergüenza.
El valor de una persona o cosa es otorgado por su ser, por cómo es percibida su esencia, por los demás y por sí mismo. La unión de la estimación propia y la de los otros sobre mí, construye un equilibrio sobre sobre mi valor. Las percepciones deben ser muy similares para construir un enfoque real en una medida lógica. No debe existir una discrepancia notoria entre lo que crees valer y lo que otras personas creen que vales, de ser así habrá un conflicto de valores.
Está fluctuación por menosprecio o sobreestimación, puede desarrollar en nosotros una crisis existencial, creyendo que valemos menos cuando nos menosprecian, deprimiéndonos. Creyendo que valemos más, cuando nos sobreestiman y nos elevan más de lo que realmente somos, creando una burbuja emocional que tarde o temprano se reventara dejándonos caer aparatosamente en el piso inferior o a donde correspondemos de donde solo quedarán moretones emocionales.
Los parámetros son variables para hacer juicios de valor, conforme a los ojos del tasador. Una hormiga y un diabético, de seguro tendrán opiniones distintas sobre una porción de azúcar.
Las capacidades, el uso, las funciones, las emociones, la urgencia y un sinfín de variables pueden hacer que algo sea útil o inútil, según quien lo atesora en la utilidad requerida en un momento y lugar en específico, siendo así que un vaso de agua no tenga el mismo valor frente a un lago que frente al desierto.
Un valor siempre debe prevalecer, el propio. En el terreno en el que nos encontremos no debe haber duda sobre el valor de nuestro propio terreno, no por placer arrogante, sino por conocimiento propio de nuestro Ser, razón de por la cual si aún no sé lo que soy aun no sabré lo que valgo.
El sembrador de buena estima no se preocupa por opiniones ajenas, ni duda de sus capacidades, porque conoce el sentido y alcance de su terreno, este logró descubrir su propósito. Su valor no viene dado por una cosecha pasada o una posible cosecha futura, su valor es estimado porque reconoce la fortaleza para soportar los procesos, no lo detiene ni el verano, ni el invierno, siempre es productivo en cualquier faena y en todo momento.
Quien no se conoce y ha dejado su valor en ojos de terceros, correrá con suerte si le regalan algo positivo por encima de cero, su único valor es la lastima.
Sembrador, despierta. Todos servimos para algo, no todos para lo mismo, descubre tu ser y conoce tu valor. El terreno que no se valora sirve como retrete de los seres que deambulan inconscientes.
Conócete. Valórate. Amate. Tú corazón tiene un universo de valores bueno por edificar, no desperdicies tu esencia, ni te agotes por intentar reconocimiento ajeno. El sol no le pregunta a la luna si lo ve, este la encandila con su luz.
-Sandino Velázquez
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