¿CUÁNTO TIEMPO SE NECESITA? NI MÁS NI MENOS

De inventos vive el mundo, algunos buenos, esos que nos han hecho la vida más fácil y otros muy malos como aquellos en los que solo se depende de pulsar un botón para acabar la humanidad. Así también han surgido ideas creativas que han tenido nombre, propósito y presupuesto pero que nunca llegarán a buen término, quizás porque hay cosas realmente imposibles, un ejemplo de ello, es por lo menos para el ser humano, lo pertinente a modificar el tiempo. 

Todo invento que intente alterar la línea del tiempo tiene un sello inexorablemente con letras mayúsculas que le denomina Fracasado. Cremas antiarrugas, máquinas del tiempo, teletransportación, pastillas de aleta de tiburón, transfusiones de sangre milagrosas y llámese como se llame, todo aquello cuyo fin sea devolver el tiempo, todo eso falla. No existe una incubadora inversa, una máquina dispensadora de años ni relojes con agujas que se devuelvan, lo que si puede existir y está en nuestras manos es la voluntad, esa es un invento divino a nuestro alcance. 

La condición mortal del ser humano nos aterra, nos embarga y disocia. Nuestra tendencia es huir del único hecho natural certero desde que recibimos vida. Queremos un tiempo extra al tiempo regular, cuando sin claridad nos desenfocamos de dar el mejor provecho al que se nos ha concedido. Cada acción tiene un momento y un tiempo, parece sencillo, pero nos gusta complicarnos. Una premisa que si desconocemos se convierte en comportamientos aparentemente inofensivos pero que terminan siendo catastróficos, considerando que podemos hacer varias cosas a la vez, lo que no implica que se hagan todas al mismo tiempo.

El sembrador que creé en pajaritos preñados pierde el tiempo de sembrar mientras revisa el celular para buscar cuando nacen esos pajaritos que nunca cantarán, apresurado regara las semillas dispersas en dónde no ha debido sembrar y le echara la culpa al tiempo. El que inventa con el tiempo saldrá perdiendo.

Todo tiene un tiempo, afirmar lo contrario es irrisorio, viviríamos intentando intercalar una cosa con otra cosa distinta, se nos confundiría la siembra con la cosecha, solo lograríamos semillas muertas y malos frutos. Hay quienes se robotizan en su diseño cuadrado de vida perfecta, cronometrando hasta la cantidad de segundos para reír y llorar, de tal forma de nunca excederse ni quedarse cortos, para ser altamente efectivos, algo así como bajamente afectivos, mejor dicho, casi sin sentimientos, llamados a ser infelices.

La vida tiene un fin primordial para el ser humano, ser felices. Construir la felicidad es nuestro problema y nuestra solución. Cada quien encuentra sus propias respuestas a su tiempo, rompiendo así el probable invento de crear un felicidometro. Si hacemos del tiempo un aliado para buscar y encontrar la felicidad en cada uno de los sueños, metas y propósitos que nos trazamos, poco importan los momentos de paz o guerra que enfrentemos, siempre encontraremos la manera de ser felices indistintamente del tiempo. Viviremos en el propósito de ser y estar en felicidad, no de perseguir la felicidad como un examen final que se nos hará al terminar nuestra vida, al final, ese ya no será nuestro tiempo.

Hágase un ser feliz, haga feliz a los demás, haga un universo de felicidad, en armonía y equilibrio todo es posible, en todo tiempo y en todo momento. Conviértase en una semilla inagotable de vida con el tiempo medido, pero con abundancia de felicidad.

Si tú tiempo es de caos o guerra, procura la paz. Si tú momento es de tristeza y dolor, procura la alegría. Si tú tiempo es de turbulencia y oscuridad, procura el equilibrio y la claridad. Concentrarnos en el propósito de nuestra vida nos hace liberarnos de las atribuciones ajenas, valorando más aún nuestro enfoque de felicidad.

Podrá detenerse el tiempo y caerse las estrellas, pero jamás olvidaré mi propósito, ese es ¡mi mejor invento!

Sandino Velázquez 

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